El beso que independizó Aguascalientes.

Texto tomado del libro 101 Rumores y Secretos en la Historia de México escrito por Marcel Yarza.

Después de la Conquista, a lo largo y ancho del territorio que hoy ocupa México, se fundaron muchísimas ciudades, ya fuera para habitar esas zonas, aprovechar los recursos minerales, asegurar las rutas del comercio o abastecer a las misiones y estaciones militares. Todos estos poblados, con el paso del tiempo, quedaron adscritos a las intendencias existentes durante la Colonia, sin que, en términos generales, esto molestara a nadie. Pero Aguascalientes es una excepción, por eso la historia de su independencia es tan especial. Por lo menos la que cuentan, la misma que ha permanecido como rumor durante más de un siglo y medio.

Y es que la ciudad de Aguascalientes, fundada en 1575, según dice la cédula signada por Felipe II y fechada en Madrid el 22 de octubre del mismo año, con el nombre de Villa de Nuestra Señora de Asunción de las Aguas Calientes, dependió durante muchos años del Gobierno de la Nueva Galicia, hoy Jalisco, y aun cuando el conde de Gálvez, virrey de México, dividió la Nueva España en doce intendencia, en el momento mismo en que Aguascalientes pensó que sería independiente, siguió perteneciendo a Jalisco.

Años después, cuando otra vez Aguascalientes soñaba con su independencia en 1791, el gobierno virreinal resolvió separarla de Jalisco pero agregándola a la intendencia de Zacatecas. Los habitantes del lugar enfurecieron y se quedaron con las ganas de libertad hasta que Antonio López de Santa Anna pasó por Aguascalientes y se enamoró del lugar.

Y es que dicen que no fue hasta la visita de Santa Anna, quien llegó a esa ciudad del primero de mayo de 1835, cuando se dirigía haca Zacatecas a donde llevaba imponer el orden, que Aguascalientes obtuvo su independencia.

Aseguran que en Aguascalientes Santa Anna pernoctó en la residencia de don Pedro García Rojas y de su esposa, doña María Luisa, ubicada en la calle de Morelos. Ahí Santa Anna conoció a doña María Luisa, quien, como los demás habitantes del lugar, deseaba sacudirse el yugo zacatecano. Durante la cena, doña María Luisa habló de la necesidad libertaria de Aguascalientes, y lo hizo con tanta pasión que llegó incluso a expresar: “Librarse de la tiranía de los tusos es fundamental. Aguascalientes puede ser independiente, hasta que usted lo quiera, mi general, que en este pueblo todos los anhelamos. llegaríamos hasta el sacrificio para obtenerlo”.

El dictador, perplejo ante la elocuencia de su anfitriona, respondió: “¿De verdad llegarían hasta el sacrifico?” “Hasta el sacrificio, mi general”, reiteró la mujer. Entonces Santa Anna acercó sus labios sobre los divinamente bellos labios de la hermosa dama aguascalentense y le plantó un besos ardiente que calló el ruido mismo del mundo.

Minutos después, doña María Luisa gritaba a voz en cuello, desde su balcón: “¡Por fin Aguascalientes es independiente!”. A la mañana siguiente, el 2 de mayo de 1835, fue depuesto el jefe político zacatecano José María Sandoval y nombrado como sustituto a don Pedro García Rojas, esposo de doña María. El 23 de mayo del mismo año, señala el rumor, Santa Anna expidió un decreto confirmando la creación del estado libre y soberano de Aguascalientes.