Cortés, el asesino y el amante

Texto tomado del libro 101 Rumores y Secretos en la Historia de México escrito por Marcel Yarza.

Hernán Cortés, el conquistador, ubicó su residencia en el actual Barrio de la Conchita, en la colonia del Carmen, nombrada así en honor a Carmen Romero Rubio de Díaz, esposa de Porfirio Díaz, en Coyoacán. Lo que hoy en día queda en pie no era otra cosa que las caballerizas de la vieja casona; y es que de su casa, como la de la Malinche, no hay restos.

De acuerdo con información del INAH, en la plaza conocida como la Conchita existió un centro ceremonial prehispánico sobre el que Hernán Cortés mandó a construir una capilla provisional, administrada por capellanes castrenses. En esta capilla se celebró la primera misa de la región y, según se dice, Malitzin realizaba sus oraciones.

Aunque el conquistador decidió fincar la capital del nuevo reino sobre la antigua Tenochtitlan, lo mejor de su vida pública y privada sucedió en Coyoacán, primera capital de la Nueva España, donde Cortés asesinó a su primera esposa y sostuvo su emblemático amorío con la Malinche.

Cortés habitó la casa de Coyoacán con su primera esposa, doña Catalina Xuárez, quien murió ahogada la noche de Todos los Santos de 1522, después de una disputa verbal con su marido. El cuerpo de Catalina fue encontrado en sus aposentos, completamente hinchado y rodeado por la cuentas esparcidas de un collar de perlas, con el que presuntamente fue estrangulada.

Las declaraciones de las doncellas de la casa y de los testigos fueron muchas y muy diversas, por lo que el rumor nunca se pudo aclarar y Cortés, el asesino, quedó libre para vivir sus amoríos con la Malinche.

Y es que, tras la sangrienta conquista de Yucatán, Cortés conoció a la que sería partícipe de su gran historia de amor: la Malinche a quien le construyó casa, capilla y un túnel, el cual conducía hasta su casa.

El rumor plantea que el túnel atravesaba la plaza de la Conchita, comunicando así una construcción ubicada en lo que es hoy la calle de Vallarta con las caballerizas de la hacienda que se encuentran sobre la calle de Fernández Leal. Y dicen que nunca se han dado encuentros pasionales como los que sucedían en aquel espacio secreto